La universidad que yo conozco tiene una particular relación con el Estado. Es habitual, cuando aparece algún intento por parte del Estado nacional de regular o al menos fijar algún criterio sobre la enseñanza, la investigación o la extensión, que se alcen voces quejosas desde los claustros o desde los espacios de gobierno. La autonomía se alza entonces como un escudo del que se abusa para fijar una línea divisoria, un "ellos" y un "nosotros".
Lo que nadie parece dispuesto a discutir es cómo se formó ese nosotros. La muerte de Raúl Laguzzi ayer en París, donde se había exiliado luego de que la triple A atentara contra su casa y asesinara a su bebé de seis meses, debería obligarnos a pensar en eso. Laguzzi, que fue rector de la UBA después de Puiggrós, era de los universitarios que creemos que nuestro espacio de trabajo carece de sentido si no es concebido como parte de un proyecto nacional. Por eso, el efecto devastador de la dictadura sobre la universidad pública argentina no se sintió sólo en la desaparición y el asesinato de muchos de sus alumnos, graduados, docentes y no docentes. También en los docentes cesanteados, que fueron expulsados de sus cátedras, talleres y laboratorios. Y en los que, con el aval de la intervención dictatorial, accedieron a un concurso y allí se quedaron, aún con la vuelta de la democracia. Durante la normalización, hubo unidades académicas que anularon esas designaciones y volvieron a abrir los concursos. Tengo el orgullo de pertenecer a una de las pocas que en la UNLP fue capaz de hacerlo. Pero aún recuerdo cuando, siendo consejera superior por el claustro estudiantil, recibí una carta de un ex docente de otra facultad, una de las del bosque. El hombre había sido cesanteado con el golpe del 76 y al reestablecerse el gobierno democrático había reclamado incesantemente la devolución de su cargo. Su reclamo nunca había sido atendido y la facultad había concursado el cargo, que como suele suceder había ganado el docente que llevaba años ocupándolo. El autor de la carta nunca recuperó el lugar que le arrebató la dictadura.
El próximo 10 de diciembre se cumplen 25 años de gobierno democrático. La universidad, sin embargo, aún parece más proclive a ver los defectos de un Estado imperfecto, pero que ha aportado bastante para sostenerla y hacerla crecer, que a revisar sus propias zonas oscuras.