domingo, 31 de agosto de 2008

Lago en el cielo





No encuentro dónde sentarme. La lancha que nos va a cruzar a la otra orilla está llena. Mis compañeras se acomodan en el piso. Pero yo quiero ver hacia afuera. Son las ocho de la noche y sólo distinguimos algo por las luces del embarcadero.


¿Quieres sentarte?


Cerca del motor queda un espacio. El chico me hace lugar. Me pregunta si soy argentina, asiento y él responde satisfecho: lo suponía. Es suizo, pero habla bien español, con una mezcla de acentos que resultan en una tonada caribeña. Mientras el suizo me cuenta de su vida, contemplo la noche estrellada sobre el Titicaca. Estamos navegando el lago más alto del mundo, a 3800 metros sobre el nivel del mar. El micro que nos lleva de Copacabana a La Paz cruza en otra lancha, porque en ese tramo no se puede ir por carretera. Busco la Cruz del Sur y Alfa y Beta Centaurii, que son las estrellas que miro todas las noches desde mi ventana. Las encuentro, y entonces me doy cuenta de cuánto ha cambiado mi perspectiva de allá a acá. Las sensaciones, las ideas y las imágenes de la gente que he visto se mezclan en mi cabeza. Tal vez sea la ansiedad de la víspera: mañana es domingo y se hace por fin el referéndum, el evento que nos ha decidido a a hacer este viaje. Hoy en Copacabana nos encontramos con una nena de nueve o diez años repartiendo volantes por el sí a Evo. Jessica es su nombre y cuando le pido uno me lo entrega y proclama: "¡Si no es Evo no es nadie, por el bono Juancito Pinto!". El bono Juancito Pinto es una ayuda escolar de 200 bolivianos para los chicos que cursan de 1ro a 5to grado, y fue creado con fondos provenientes de la nacionalización de hidrocarburos. Jessica como Iblis, que ahora va a poder tener una pensión, y como tantos otros bolivianos que conocimos en este viaje, está experimentando por primera vez algo que hasta ahora desconocía: la justicia social. Eso que nos resulta tan díficil de hacer entender a los socialdemócratas europeos, a los que todavía sostienen que Perón era un demagogo, a los que hablan con desprecio de los nuevos gobiernos populistas de América Latina. La justicia social lleva al pueblo a un lugar nuevo y nos deja con esa sensación indescriptible de sentir algo que nunca habíamos sentido, y que está tan lejos de la dádiva como de cualquier otra acción que subestime al que la recibe. Toda esta gente sabe lo que defiende y por qué lo defiende, y lo más importante es que sabe que tiene que defenderlo. Por eso pintan paredes, reparten volantes, organizan a los demás para que no se equivoquen al llenar la papeleta del voto y fiscalizan y lo dicen en alta voz: si no es Evo no es nadie. Porque, como decía un afiche que vi en el vidrio trasero de un taxi:

martes, 26 de agosto de 2008

Viaje al centro de la Tierra


Arriba es abajo. A 4300 metros sobre el nivel del mar están las minas del Cerro Rico. Para los turistas que recorremos la mina como parte de las atracciones turísticas de Potosí, eso es estar arriba. Nos ponemos el pantalón de minero, las botas de minero y el casco de minero, con su batería y su lucecita adelante. Pero no somos mineros. Aunque por un par de horas nos agachemos para caminar (los techos son bajos) y respiremos el mismo aire polvoriento, aunque miremos desconfiados las vetas de materia tóxica que asoman en las profundidades, aunque pasemos de los 0 grados centígrados de la puerta a los 40 que nos aplastan a 250 metros de profundidad. Soportamos eso porque sabemos que se va a terminar un rato. Que pronto vamos a emerger de este socavón y nos sacaremos fotos sonriendo felices, respirando aliviadas como si bajáramos del Apolo 13.

El chico de la foto, en cambio, se va a quedar abajo. Se va a quedar con sus quince años empujando un carro con escombros o manejando las herramientas de aire comprimido con las que excavan. Cada tanto le va a dar algo de coca o cigarros o cerveza al tío de la mina, esa representación mezcla de diablo con español, para que lo deje trabajar tranquilo y no se lo lleve en un derrumbe o una silicosis. Y cuando pase un grupo de turistas como nosotras, creídas de que somos Indiana Jones porque nos arrastramos una veintena de metros por algún pasadizo estrecho, les va a sonreír amable y les va a preguntar si tienen coca o refresco para convidarle.

Antes de entrar en la mina se me dio por canturrear una canción que se escuchaba en casa cuando era chica.

Los señores de la mina

se han comprado una romana

para pesar el dinero

que toditas las semanas

le roban al pobre obrero.


En Cerro Rico ya no hay grandes empresas sino emprendimientos que llaman cooperativas. En realidad se trata de sociedades en las que una o dos personas registran la veta e incorporan trabajadores asociados y contratados. Nuestra guía nos cuenta de las dificultades del gobierno para intervenir en las condiciones de trabajo. Nuestra guía se llama Iblis y, lo descubriremos acá adentro, es Evista. Nos dice que este gobierno no es corrupto, que ayuda a la gente pobre, que invierte en educación y en carreteras, que ahora todos pueden tener una pensión. Los de Santa Cruz y las provincias ricas no quieren porque dicen que es gente que no trabajó nunca. "Pero yo trabajé toda mi vida en empresas privadas que cuando me tenían que dar un seguro me echaban. Trabajaba dos, tres años y después me echaban para no aportarme a la pensión. Ellos, los del Oriente, son racistas. No quieren ver una chola, una mujer con la pollera y el sombrero. Indios nos llaman. No quieren al indio".

Arriba es abajo. Mientras nos alejamos de la mina suena en mi cabeza el resto de la canción.

Cuando querrá el Dios del cielo

que la tortilla se vuelva.

Que la tortilla se vuelva

que los pobres coman pan

y los ricos mierda, mierda.

sábado, 23 de agosto de 2008

El chico de la tapa

Este pibe no sabe nada. Cuando recién ingresaba a la facultad, fui a una charla organizada por unos compañeros de Derecho. Elías Neuman dijo aquella vez que los que suelen caer presos son los que portan cara, es decir los que no saben afanar. Porque los que saben muy rara vez caen. Y este no sabe. Supo usar el factor sorpresa, porque yo iba en babia escuhando música y no esperaba que me acorralaran a veinte metros de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires. Pero nada más que eso. Y ni siquiera me sale tener miedo cuando me dice que le de todo porque me va a llenar la cabeza de tiros. No es porque yo sea valiente, es porque se le nota que no sabe. Si supiera tendría un bufo en la mano, no me hablaría de él. Si supiera no me creería cuando le digo que todo lo que tengo es ese evidente mp3 (oxidado y medio roto), me manotearía la mochila que sujeto bajo el brazo, me revisaría los bolsillos. Si supiera, se daría cuenta de que le miento con esa frase que repito una y otra vez: "No tengo nada, no tengo nada más que eso". Pero el pibe no sabe y está perdido. Los ojos se le van, los nervios son más fuertes. Su compañero (son dos) lo mira expectante y repite cada tanto algo de lo que dice el otro: Sí, vas a ver, te vamoamatar. El pibe me sigue amenazando, pero no se anima a más. Entonces me pide plata para un sandwich. No entiendo. Me está asaltando y me pide para un sandwich. Porque no sabe. Porque es vulnerable, mucho más que yo. Tanto que al final se cansa de discutir y me dice que camine para el otro lado, que no quiere verme más. Ellos se van con un mp3 que no van a poder venderle a nadie. Ojalá les guste The Smiths.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Chuquisaca, donde están los libros

Estábamos recorriendo las instalaciones de la Universidad San Francisco Xavier (una de las más antiguas de América Latina) y evocando la imagen de Mariano Moreno y Bernardo de Monteagudo, egresados de ella, cuando vimos una puerta con un cartel que decía "Estudiantes extranjeros". Detrás de la puerta había una habitación que parecía un centro de estudiantes. No encontramos a nadie que pudiera explicarnos este afiche:





Así que no sabíamos si era en serio.

Pero al revisar los diarios de Bolivia he encontrado que sí:



Lo que no pude averigüar es qué significa "biónico" en este caso.

martes, 19 de agosto de 2008

Gato blanco, gato negro


Mario Virreira tiene una guirnalda de flores colgada del cuello. Habla del neoliberalismo, de cuánto mal les ha hecho a los bolivianos. Mario no está solo: para nada. El escenario desde el que el prefecto de Potosí cierra la campaña del MAS para el referéndum está lleno. Lleno de militantes, de representantes del gobierno y de mariachis que aguardan con sus sombreros mexicanos y sus instrumentos musicales a que se acaben los discursos y empiece el baile. Antes de Mario hablaron sindicalistas y habló el delegado del gobierno nacional. Ellos también mencionaron al neoliberalismo. Del capitalismo foráneo al neoliberalismo y de Eva a Evo, los populismos latinoamericanos siempre tuvieron claridad para identificar al enemigo. Abajo del escenario también hay gente. Mineros, laburantes. Los obreros de Morón. "Evo sí, Mario sí" gritan. Se largó la música. Mariachis de Potosí dicen que son. Canta una morocha de jeans ajustados. Canciones de amores varios: correspondidos, contrariados, siempre pasionales. Hay una de una mujer que le recrimina al que la dejó embarazada por no hacerse cargo del hijo y no darle ni el apellido. Entre tema y tema la morocha arenga al público: "¡Yo soy evista! ¡Porque Evo nos devolvió la dignidad! ¡Si no es Evo no es nadie! ¿Quien va a ser sino: el Tuto, o alguno de esos corruptos que ya conocemos? ¡Somos indígenas y estamos orgullosos!".

En Sucre también están orgullosos, pero no de ser indígenas. El día que llegamos nos topamos con un acto opositor en la plaza principal. Habla el de la regional de la COB y el secretario del gremio de maestros. Reclaman la ida de "el carnicero". La zona céntrica de Sucre está llena de afiches y calcomanías anti-Evo. En las vitrinas de los negocios, en los vidrios traseros de las 4x4 (sí, acá también están con el campo). Cenamos en una casa de comidas pequeña, un emprendimiento de una vecina que puso dos mesas en el garage de su casa. "Es muy terco este presidente, está dividiendo al país". Creo haber oído eso en Argentina. En el hostel miramos TV en la sala común. Dejamos un canal donde hay un documental sobre los ponchos rojos. Nos damos cuenta de que es el único canal del gobierno. Una de las administradoras del hostel le pregunta por nosotras al recepcionista. Alcanzamos a oír: "...creo que son comunistas".
Al día siguiente, 6 de agosto, es la fiesta patria. Desfilan los militares, desfilan los funcionarios, desfilan los curas (creo que son obispos o algo así, soy una analfabeta de las jerarquías eclesiásticas). Desfila Savina Cuellar, prefecta opositora. Después va a subir al balcón de la Casa de la Libertad a presenciar el resto del desfile. Como Mario, Savina tampoco está sola. Pero los que la acompañan son otros . Funcionarios de riguroso traje, jefes militares, obispos. Todos exponentes de la ciudadanía y la civilización occidental y cristiana. Luego del desfile, los ciudadanos opositores autoconvocados bloquean las esquinas del centro. No entiendo a quién bloquean. Acá los partidarios de Evo están en la periferia de la ciudad, así que no creo que la medida los afecte mucho. Un hombre se baja de una camioneta. Dice que el está en contra del gobierno pero que quiere pasar. No hay caso. Las señoras ciudadanas, que a diferencia de las cholas calzan tacos aguja y portan paraguas para que el sol no les oscurezca la tez, no se mueven. Cantan "Estamos en la calle por culpa del gobierno" y "Que lindo que ha de ser, el Evo revocado y el pueblo en el poder". Porque pasa en Venezuela, pasa en Argentina y pasa en Bolivia. Ellos creen que son el pueblo. Que lo otro es masa amorfa, aluvión zoológico, escoria sin derecho a reclamar su lugar.
Definitivamente, esto de que la minoría obligue a la mayoría a sentirse minoría se tiene que acabar.

sábado, 16 de agosto de 2008

Los ilustres

- Te lustro.
- No, gracias.
- Dale, te lustro.
- No, esto es goma y gamuza. No se lustra.
- Igual se lustra.
- Que no.
- ¿Eres argentina?
- Sí.
- Cristina Fernández de Kirchner la presidenta. Muy buena.
- Sí.
- Es muy linda Cristina. Me voy a casar con ella y va a ser mi esposa.
- Qué bien.
- ¿A ti te gusta Evo?
- Sí.
- ¿Y por qué no te casas con él?

(En la plaza principal de Sucre, el 6 de agosto)

jueves, 14 de agosto de 2008

Bajo el balcón


En el principio es el sonido. Una ovación que parte de miles de personas que aguardan desde hace horas en Plaza Murillo y que me confirma que es verdad, que ese hombre que acaba de entrar en el visor de mi cámara es Juan Evo Morales Ayma. Los nervios me pueden y no sé donde mirar, si al balcón del Quemado- apenas un par de metros encima de mi cabeza- o a la pantallita de LCD. Finalmente logro componerme y equilibrar el control de lo que estoy filmando con la percepción de lo que pasa por fuera del recuadro. Son las nueve de la noche del domingo 10 de agosto y el pueblo festeja. En La Paz, Evo ha sido ratificado con más del 80 por ciento de los votos y eso se nota en el entusiasmo de la gente, que empezó a acercarse a la plaza a las cuatro de la tarde. A Evo lo acompañan en el balcón sus Ministros y su Vicepresidente Alvaro García Linera, caballero de fina estampa. Abajo, alrededor mío, hay viejos y jóvenes, madres con chicos en los hombros, todos vivando a Evo.
"Es un día peronista", dijo una de mis compañeras esta mañana al ver el cielo azul despejado y el sol brillante. Nuestro posadero es fiscal por el MAS en la escuela que queda a la vuelta, así que pasamos a verlo. Todo está tranquilo y la escuela podría ser una de Argentina en cualquier domingo de elecciones. El hombre que nos vende el diario tiene un prendedor de Evo sobre la mesa, grande y redondo. ¿Quién quiere que gane? le pregunto como si hiciera falta. "Evo, claro". Recorremos otras escuelas. Hablamos con un policía, que nos permite sacar fotos y nos dice que los festejos serán en Plaza Murillo. No le preguntamos a quién vota, aunque creo que no hace falta.
Detrás de la iglesia de San Francisco, los chicos aprovechan la calma dominguera para tirarse en patineta por las calles en pendiente. Delante de la misma iglesia se juega un partido de fútbol.
Frente a la Plaza Alonso de Mendoza encontramos una sede del MAS. Nos presentamos a los militantes que han quedado a cargo (la mayoría está fiscalizando en las escuelas) y conversamos sobre la situación en América Latina. Genaro nos dice que hoy festejamos. Así que volvemos a Plaza Murillo y pasamos el tiempo tomando mate en la vereda, frente al Quemado. Un hombre se acerca con el cajón de lustrar zapatos, aunque no nos ofrece sus servicios, tal vez porque calzamos zapatillas. Nos pregunta si somos argentinas, le contamos que vinimos por el referéndum porque apoyamos a Evo. El hombre se pone contento. Nos estrecha la mano y se va.
Mientras cae la tarde, la calle se llena de periodistas. Al costado del palacio arman un escenario. Cantan unas nenas, que tocan música tradicional, y sigue un cantante "que nos va a tocar una de esas canciones de protesta" dice el presentador. El cantante tiene pelo largo y toca una especie de chacarera, que en el estribillo repite: "Evo se queda, Evo se queda". Por un segundo me recuerda a Bombita Rodríguez.
En el balcón hay movimiento. Asoma un empleado morocho. Una turista con marcado acento extranjero me pregunta si ese es Evo Morales. El empleado morocho y otros más despliegan una bandera boliviana sobre el balcón, pero enseguida la pliegan. La gente chifla. Temen que eso signifique que Evo no habla. A los pocos minutos, aparecen los empleados con una bandera más grande. Ahora sí cubre todo el balcón.
Después sí, vendrán los ministros, y Alvaro y Evo. Evo va a hablar de la profundización del cambio, de la democracia, de la nacionalización de otros recursos naturales, de la revolución y de la dignidad. Y la gente aplaude, grita socialismo y mano dura, y así se habla, y Evo se respeta carajo.
El discurso es breve. Cuando termina cruzamos Plaza Murillo buscando una cerveza que no vamos a encontrar, porque hay veda de alcohol hasta las 12 de la noche. Nos alejamos con una sensación extraña, mezcla de euforia e irrealidad. Esa noche voy a soñar que nos encontramos a Evo en uno de esos no-lugares que hay en los sueños, que lo felicitamos y que el sonríe tranquilo y sólo dice Gracias.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Evo Sí

No estamos en las mejores condiciones para postear, ya que sumamos falta de tiempo, conexiones a internet copadas por turistas europeos que pasan más tiempo en Skype que sacando fotos y una inoportunísma gripe que deja mis neuronas por allá abajo. Algunas cosas que nos han sucedido las postearemos con detalles a la vuelta, pero queremos mencionar que en estos días nos hemos encontrado con afines y opositores a Evo, con discursos a favor del gobierno en lugares insólitos como un recoveco de una mina de Potosí (esto es a 4300 mts de altura y 300 metros de profundidad), con el cierre de campaña de la prefectura de Potosí, tan parecido a un acto peronista barrial, con el acto de la oposición en Sucre (con un componente social bastante distinto del acto anterior), con un policía de narcóticos, estudiantes universitarios y nenes de la calle que son evistas y con una señora funcionaria a la que le preguntamos en la puerta de la Casa de la Libertad en Sucre si ahí se hacía el acto al que venía García Linera y que nos dijo que "por suerte no viene", a lo que repusimos "lástima porque nos hubiera gustado mucho verlo". Además, montones de pintadas en los rincones más aislados de la ruta con distintas consignas del MAS y siempre, EVO SI.
Ahora vamos a La Paz.