Leemos que el Movimento Passe Livre decidió no convocar a nuevas manifestaciones, ya que por un lado la reivindicación de la rebaja del boleto fue conseguida, y otra por el peligroso rumbo que las cosas tomaron, a la vista que grupos de derecha (incluyendo las policías) estaban tratando de generar caos y crear una "primaveira brasileira", con la idea de mostrar que en ese país se vive en una dictadura populista. Digamos, repitiendo el mensaje cacerolo que se vive en toda Latinoamérica, justificativa de golpes, como las tentativas en Venezuela y Ecuador, y el exitoso de Honduras. Ojo al hilo, los gorilas no descansan.
Los brasileños salieron a la calle después de tantísimos años. Muchísimos de ellos están descubriendo la herramienta. Nos alegramos mucho por eso. Hasta recientemente, las manifestaciones solían ser actos litúrgicos del tipo "todos de blanco y con velas", y hacer rezos colectivos y cadenas de oración con mensajes conciliadores o del tipo "por la paz en el Mundo". O, más puntuales, la Parada Gay o las marchas de evangélicos.
Decíamos en el posteo anterior de la falta de respuesta del PT anquilosado por una década de éxitos y también de cuadrarse siempre ante el Jefe y la responsabilidad de conducir el Ejecutivo. Lula es un líder excepcional, al que es muy dificil contrariar justamente por su prestigio. Esa falta de respuesta incluye también a Dilma y su gobierno. No apareció ningún jetón a hacer declaraciones, y a lo único que se atinó fue a garantizarle a la FIFA que la Copa de las Confederaciones estaba garantizada. Muy flojo. A pesar de su capacidad e inteligencia, Dilma no viene de la política de masas sino la del aparato. Ha sido una administradora eficiente, y muy capaz para lidiar con la máquina del Estado, pero también hace falta hablarle al pueblo. Su mensaje de ayer fue claro, aunque probablemente no demasiado para el laburante brasileño de a pie. El que más sufre el transporte caro y que no fue a las manifestaciones.
Dos artículos de Página hablan de esto, uno del periodista Eric Nepomuceno, y el otro del investigador portugués Boaventura de Sousa Santos. Para leer, tienen claves bien interesantes.
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