domingo, 29 de marzo de 2009

Mujeres apasionadas


Un viernes por la noche volví a la casa donde me estaba alojando, en La Habana, y encontré la mesa puesta para cenar.
"Vamos a cenar temprano porque queremos ir a lo del vecino a ver la televisión"- explicó la dueña de casa. ¿El acontecimiento? "Porque hoy termina la telenovela, aquí se para todo para ver la telenovela. En Cuba se hacen telenovelas, que no están mal, pero las brasileñas son las mejores".
La telenovela es el género populista por excelencia y es su vertiente brasileño-feminista la que voy a reivindicar en este post. En los últimos 25 años las telenovelas pasaron de ser un producto despreciado por la intelectualidad a objeto de estudio en el ámbito universitario. Proliferaron los papers donde se revisaban sus efectos sobre la audiencia, la renovación de determinados argumentos mediante la incorporación de ciertas problemáticas y el uso de ellas como soporte para difundir y hacer campaña respecto de cuestiones como la prevención del cáncer de útero y mamas, el tratamiento de adicciones varias, la violencia doméstica y otras. Sin embargo, lo que se extrae de estos estudios es que el valor de la telenovela no es intrínseco sino que está dado por una función específica que debe cumplir. Este tipo de valoración , que es la más frecuente en trabajos del orden de las ciencias de la comunicación, la semiótica y demás yerbas indigestas, excluye toda posibilidad de pensar a las telenovelas como parte de la producción artística contemporánea, y que como tal poseen cualidades que pasan por otro lado, a años luz del pensamiento funcionalista y utilitarista con el que suelen ser evaluadas.
No se asuste el lector, esto no apunta a ser un trabajo académico, pero sí quiero marcar la cancha y dejar en claro que para mí, público de estas producciones, su valor no pasa ni de cerca por el lado del "vehículo" o "el medio" para "comunicar" algo.
- Las pasiones no se explican- diría un amigo, y tal vez no, no puedan explicarse, pero sí interpretarse. Porque sólo la pasión puede explicar que una largue todo lo que está haciendo, o apure el paso para llegar a casa, o se banque la cara incrédula de nuestro coequiper cuando nos instalamos frente a la pantallita para ver qué le pasa a María Do Carmo, a Capitú y Fred o a Helena y sus hermanas. Recuerdo mi sufrimiento en Bolivia porque me estaba perdiendo los últimos capítulos de "Lazos de familia".
Existen pocas cosas tan placenteras como sentarse a ver una historia todos los días. Los personajes se despliegan de a poco, y cuando las cosas están bien hechas hay lugar para el detalle, las sutilezas, esas cositas que son la esencia de una historia. Porque si no hay más que cinco o seis argumentos comunes a todos los relatos, es la forma de contarlos lo que les da identidad, color, sabor. Las novelas de las que hablo tienen por protagonistas a mujeres fuertes. Lejos de las inocentes desvalidas y tontas que nos han hartado en muchísimas producciones mexicanas y argentinas, las brasileñas se las arreglan solas. Muchas son madres solteras, porque el padre de sus hijos se fue, o se murió o está preso. Todas tienen amores complicados, con muchísimas idas y vueltas, pero todas tienen una vida que es producto de sus decisiones, sus esfuerzos y sus deseos. Trabajan, estudian. Tienen hombres que las acompañan y hombres que las dejan, hombres que saben estar siempre, hombres que no saben lo que quieren y hombres que las tratan mal o que simplemente no saben tratarlas. Respecto de los hombres, debo decir que las novelas brasileñas tienen la mejor selección de ejemplares masculinos de Latinoamérica: primer puesto para el majestuoso José Wilker (a quien por estos días podemos disfrutar como el ex-malandra Giovanni Improtta en la retransmisión de Señora del Destino, y cuya foto encabeza este post), pero en la lista hay que mencionar a José Mayer, Reynaldo Gianecchinni, Rodrigo Santoro y Marcello Anthony. A pesar de esto, el langa ( o los langas, porque los brasileños son generosos y en todas las novelas hay más de un ejemplar de buen ver) no es lo que más nos atrae de estas producciones. Además de las mujeres que protagonizan los hechos, todas tienen buenas historias secundarias, repartos seleccionados a la perfección, bellas imágenes de Brasil ( hay varias que trascurren en Rio de Janeiro) y bandas sonoras de lujo, donde abundan excelentes canciones de la música propular brasileña, que no sólo se usan para los títulos sino que ayudan a identificar a los personajes o algunas situaciones: Adriana Calcanhotto, Marisa Monte, Maria Rita, Os Mutantes, Tom Jobim, Astrud Gilberto, Cazuza y Chico Buarque son algunos de los que suenan con frecuencia. En síntesis, no me importa si las telenovelas sirven para algo o cumplen alguna función social. Las virtudes que enumeré me bastan y sobran para anhelar un poco de ellas todos los días.

2 comentarios:

Vincent Vega dijo...

Muy buen post! No miro novelas, pero sé del arte y de los buenos actores (y actrices!) que las producciones brasileñas muestran.

Analía dijo...

Gracuas por este post! vi "El Clon", "Lazos de familia". y lejos, me encantó "Señora del Destino" con su inolvidable Giovanni Improtta. Chapeau para él.