Cuando empecé la escuela primaria escuchaba a los chicos de los grados superiores cantar una canción que sonaba diferente de lo que había escuchado en mis 6 años de vida. Tenía curiosidad por saber de qué se trataba, aunque no era por un aguzado sentido de la música ni nada por el estilo.
Al año siguiente se empezó a develar el misterio, y hasta pudimos aprender la letra de esa canción pegadiza. Como toda música patria, estaba llena de frases inentendibles y palabras raras. Discutíamos si era "son lauetes" o "son las leyes", frase más lógica sabiendo que se trataba de algo hecho por un prócer como San Martín, aunque hacer leyes a la víspera de una batalla... no sabíamos lo que era "hueste". No nos preocupaba demasiado. También Aurora, Mi bandera, el Himno a Sarmiento y todas las marchas que nos enseñaban en esas épocas donde aún se preparaba a los futuros soldados y ciudadanos de bien de la Nación Argentina. Como tales, salíamos formados de la escuela, cantando una marcha diferente cada día, la de las Malvinas, Tuyutí, y otras que nos llenaban de algo que supongo era un espíritu patriótico. Pero algo especial pasaba cuando nos tocaba cantar la Marcha de San Lorenzo: si coincidía que al pasar por el pórtico de salida estábamos por la parte de "su vida rinde!", todos cantábamos más fuerte, para que nuestro grito retumbara. Nunca nos dijimos nada, pero todos sabíamos.
Pasaron los años, supimos de horrores, vergüenzas, agachadas, derrotas ignominiosas. Aquellos granaderos sólo podían haber sido de lata. Ese Sargento Cabral un personaje imaginario. Nos quedamos esperando con Víctor Heredia al Ejército Popular. Nos hicimos adultos, vimos la podredumbre exhibida, perdones y amnistías insultantes, víctimas sin consuelo y cadáveres insepultos.
Llegó Néstor, y algo distinto comenzó. Por empezar, la ruptura con ese pasado de vergüenza y crímenes. Con Cristina pasamos a otro nivel. La alegría popular estalló en el Bicentenario. En ese montón de gente nos redescubrimos gustando de las mismas historias, de nuestro propio cuento Nacional y Popular. Y cantando, a media voz, la Marcha de San Lorenzo.
Hace un mes nos tocó llorar a Néstor. Y preguntarnos si el sueño había acabado, y de si volvíamos a la mierda de la mano de los desconocidos de siempre.
Pero fuimos muchos, y vimos nacer el mito con la muerte del Hombre. Por aquellas intuiciones de nuestra Presidenta Cristina, cambió, y así cambiamos, de la ejecución de la Marcha Fúnebre por la Marcha de San Lorenzo, para cantar en voz alta, y con orgullo, por este país.
Finalmente, después de tantos años, conseguí entender en su plenitud aquellos versos finales
"...soldado heroico,
cubriéndose de gloria,
cual precio a la Victoria,
su vida rinde,
haciéndose inmortal
Y así
salvó su arrojo,
la libertad naciente
de medio continente"
Fue Cabral, fue Néstor, fueron tantos, y serán tantos. No estamos solos, muchos aprendimos lo mismo esos días.
2 comentarios:
Anoche estuve en una cena de la militancia en la que se repasaron cánticos de los últimos 40 años. Cuando se agotaron, uno de los pibes arrancó con la Marcha de San Lorenzo. No sé si dejó de ser una canción patria para convertirse en un himno militante o si lo que pasa es que las verdaderas canciones patrias son los cánticos militantes.
Creo que está pasando algo así, como una resignificación de una canción patria, en clave militante (no roja, jeje)
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