viernes, 13 de febrero de 2009

Cerca de la Revolución


"Todos vivimos en un mundo material"
(Madonna, pensadora materialista contemporánea)


La anécdota me la contó Vincent Vega. Un grupo de científicos latinoamericanos caminaba una noche por Miami, sede de un congreso, discutiendo fervorosamente sobre el surgimiento de una revolución en su área de trabajo. Que la revolución sí y que la revolución no. Hasta que un hombre que los miraba pasar desde una esquina les espetó con marcado acento guajiro:
- ¿La revolución? ¡¡¡La revolución es una mielda!!!

La imagen del hombre en Miami me volvió una y otra vez mientras estuve en Cuba. No porque la Revolución sea una mierda, sino por lo complejo que resulta pensarla desapasionadamente. Al fin de cuentas, cuando uno se identifica con la lucha de los sectores populares latinoamericanos, no puede pisar Cuba sin que le resuenen los acordes del Hasta siempre. El problema es cómo hacer para que los logros, indudables, de la Revolución Cubana no nos impidan ver la complejidad de la actual situación de la isla. Y que no nos lleven tampoco a adjudicar sus deficiencias al bloqueo y nada más. La pregunta que surge es hasta qué punto es posible que Cuba pueda despegarse del contexto social y económico latinoamericano cuando el eje de la producción es el azúcar y la principal entrada de divisas el turismo. Porque un efecto indeseado del CUC es la aparición de diferencias sociales.
Paso a detallar: el CUC es el peso convertible creado para uso del turismo. Por 1 euro te dan 1,15 CUC, por 1 dólar 0,8o centavos de CUC. Usar dólares es ilegal, por eso los que reciben esa moneda de sus parientes del exterior deben cambiarlos por CUC. Cada peso convertible equivale a 25 pesos cubanos. Un refresco de manzana en un bar de cubanos sale 1 peso nacional, un café 2 nacionales, un kilo de naranjas 5 nacionales. Pero el salario de un profesional en moneda nacional ronda los 500 pesos nacionales. Por lo tanto aquellas personas que o bien por tener parientes en el extranjero que mandan dinero o bien por trabajar en algo relacionado con el turismo tienen acceso al CUC gozan de un poder adquisitivo mucho mayor que los que no cuentan con esa posibilidad. Para alojar turistas en casas particulares hay que registrarse y pagar un impuesto alto, de 400 CUC mensuales. Sin embargo, el ingreso de quien posee un hospedaje compensa ampliamente el impuesto. Una noche en un lugar de esos está entre 20 y 30 CUC. En temporada alta (seis meses al año) los alojamientos siempre están ocupados. Hagan cuentas. El acceso a CUC puede darse de muchas maneras: manejando un taxi, vendiendo artesanías, ofreciendo comida en un paladar (restaurante familiar), o por propinas si alguien trabaja de mozo, camarera o maletero. O también si hace como los tres jóvenes cubanos que crucé varias veces en Trinidad acompañando cada uno a una francesa varios años más grande.
La falta de trabajo en el interior de la isla, y la enorme cantidad de turistas que paran en La Habana o al menos pasan por ella de camino a las playas de Varadero y los cayos atrae pobladores hacia la capital. Se aventuran sin tener trabajo ni casa, por lo que terminan ubicándose en asentamientos. Claro que en este caso existe un Estado que actúa y que de a poco construye departamentos para que la gente se mude, pero el ritmo de la solución no llega a compensar el del problema. Aclaro que a pesar de que muchos edificios de La Habana Vieja parecen Sarajevo después de la guerra, no vi una sola persona durmiendo en la calle. Y que no caben dudas que de no haberse producido la Revolución Cuba tendría hoy las mismas condiciones de miseria, violencia y marginalidad que otros países del Caribe. En fin, me tomé el avión de vuelta pensando si al fin de cuentas toda Latinoamérica no es una gran masa que con luces y sombras, comparte problemas históricos y sociales, y que las posibilidades de mejorar las perspectivas estás atadas a la asunción de un mismo horizonte. Porque como dice la canción, "no man is an island".

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