En una tira de Mafalda, Susanita leía los títulos del diario: aludían a la guerra de Vietnam, a enfrentamientos en África, a cruces entre la URSS y EEUU en las Naciones Unidas. Entonces Susanita dejaba caer el diario al piso, se desperezaba sobre su sillita y decía "Por suerte, el mundo queda tan, tan lejos".
“Si no actuamos ahora, dentro de treinta años podemos estar viendo documentales como los que vemos ahora sobre la caída de Salvador Allende”. Esas, dice el diario, han sido las palabras de Cristina Kirchner a su par chilena para convencerla de la necesidad de reunir a la UNASUR para respaldar al gobierno de Evo Morales. En los últimos años, hemos tenido el privilegio histórico de asistir a la conformación de un bloque regional sin antecedentes en Sudamérica. A su manera, cada uno de los líderes de este bloque tienen algo que los diferencia profundamente de sus antecesores: los gobiernos de Evo y Chávez representan la entrada en el Estado de sectores que nunca habían tenido acceso a él, Lugo y Correa sostienen ideas y modos de hacer política inéditos en sus países, los Kirchner han sabido reconfigurar la escena política después del ciclo de desguace del Estado comenzado por la dictadura del 76 y estallado en el 2001, y Lula simboliza una serie de cosas imposíbles de sintetizar en una frase. "Para los pobres en Brasil, si no es Lula no es nadie" me dice Vincent Vega, que conoce el paño.
Pero por muchos años, esto no fue así. Los intereses regionales se reducían a cuestiones bilaterales. Para la militancia, existía Cuba. América del Sur era algo intermitente, que aparecía en la discusión política cuando pasaba algo particularmente dramático. Las declaraciones de la militancia respecto de los sucesos en el exterior solían ser cosa de los troscos, y siempre con ese particular internacionalismo que los lleva a sentirse más identificados con un obrero francés o un estudiante de Praga que con un laburante latinoamericano. Hasta que apareció Chávez, de quien sabíamos muy poco al principio. Los medios de comunicación lo presentaban como un émulo de los carapintadas argentinos. Medida por medida, Chávez empezó a sorprendernos. Lula era candidato a presidente, una y otra vez, y perdía con neoliberales como Collor de Mello o con ilustres académicos integrados al establishment como Fernando Henrique Cardoso. En Ecuador había personajes como Bucaram y en Bolivia Estados Unidos elegía los integrantes del gabinete. Después del 2001, cuando el mundo tal como lo conocíamos dejó de existir, la región empezó a tomar un color político similar. En diciembre del año pasado, aún sin Lugo, escuché los discursos de los presidentes que habían venido afirmar el acta de fundación del Banco de Sur. Las intervenciones daban cuenta de que esta vez, los líderes están a la altura de lo que representan. Y aunque "el capitalismo foráneo y sus sirvientes oligárquicos" intenten hacernos caer pieza por pieza, esta vez podemos responder desde el todo. Sudamérica se recupera desde la totalidad, y eso hace que, por suerte, el mundo quede tan, tan cerca.
2 comentarios:
¿Qué sería de Evo (qué sería de Bolivia) si gobiernos como los de Alan García o Álvaro Uribe se multiplicaran en la región? Por otra parte, si el racismo entreguista de la Media Luna se impone y el gobierno de Evo cae o claudica, ¿qué consecuencias tendría en el resto de los países? Pienso en De Angeli arengando multitudes con un discurso retrógrado que reivindica un pasado mítico y propone la restauración agroexportadora, y la piel se me eriza de espanto.
Además, y ya que estamos, me pregunto si alguna vez la izquierda marxista argentina tendrá ganas de volverse adulta y en vez de fungir como fuerza de choque irresponsable y alarmista incluso contra gobiernos como el de Evo, para darle armas a la derecha y justificar masacres, derrocamientos, y dictaduras que supuestamente (ya que los gobiernos reformistas conducen a la clase obrera a la derrota, según dicen) llevarán a la clase obrera a una toma de conciencia que haga posible una revolución siempre postergada.
En fin, perdón por la cháchara. Firmo al pie de tu nota (eso debería haber dicho).
Saludos.
Ojaral,
su cháchara siempre es bienvenida.
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