Dicen que la Historia es ambigua. Los hechos se suceden, y ésa es la verdad. Ocurrieron. Lo que hacemos después es discutirlos, darles forma, armar un relato. Lo que ha pasado desde marzo hasta aquí con el conflicto con los ruralistas puede ser leído en clave trágica, en clave épica, en clave humorística. Pero por otro lado ha tenido varias virtudes. Puso al Gobierno en la necesidad de definirse con claridad en la cuestión de la distribución de la riqueza, el destino de los recursos del Estado, y en cierta medida, de dar algunos lineamientos de cómo sería la Argentina a la cual se aspira. El conflicto ha resultado un terremoto político.
La otra virtud
Desde hace tiempos tratábamos de terciar en la discusión sobre las semillas transgénicas. Esta discusión tenía dos polos de argumentación: el de las grandes empresas, justificando todo en nombre del Progreso y la Riqueza; y el de los grupos ambientalistas, que básicamente discutían que se usaran "semillas Frankenstein", y de si había que identificar un producto alimenticio preparado con productos transgénicos. Pocos se acordaban de que existía el concepto de Desarrollo Nacional o el peligro del monocultivo, y la tara del latifundio. Una discusión posmoderna.
Al final, la realidad es persistente, decía el Genio alemán. Cuando el gobierno trató de modificar un poquito el orden de las cosas, saltó por los aires la "paz" en el campo. Ahí supimos que existía una burguesía agraria dispuesta a todo o casi, pequeños agricultores desplazados y robados por las grandes empresas, destrucción de la estructura productiva tradicional, pueblos muertos, gorilas vivos, peones explotados. Y que el Gobierno tenía que hacer algo. Hacer política. Y vemos que esta política, para ser popular, necesita plantear el conflicto con claridad. Y plantear los objetivos con claridad también.
La vuelta de la Política
Ahí volvió la política a esta discusión del Medio Ambiente. Y que es una discusión que importa a todos, porque en esta discusión se define el País: una Patria para todos, o una para la Gente Como Uno.
Y aquí vuelve a ser claro: el problema no era Riqueza vs semillas Frankenstein, sino el viejo problema del latifundio, el monocultivo, la protección de los campesinos pobres, el Estatuto del Peón, la comida del Pueblo argentino. Un producto de la ciencia, como lo es una semilla transgénica, puede ser una maldición o una bendición para la Humanidad. El fiel de la balanza lo pone la política.
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