lunes, 14 de julio de 2008

La conquista del espacio


En Argentina, la lucha política está ligada a la ocupación del espacio público. Desde las imágenes de 1810, tan caras a los actos escolares (¿alguien tuvo algún acto del 25 de mayo que no reconstruyera la calle y los personajes tradicionales esperando lo que se resolvía adentro del Cabildo?), hasta la pirámide de Mayo marcada por la ronda de las Madres, lo político se define a través de lo simbólico. La construcción de imágenes, de identidades visuales y sonoras, permite el reconocimiento de grupos que expresan ideas, sentimientos, objetivos. “En mi casa el antiperonismo era total. Y yo así lo asumía. Pero al mismo tiempo tenía una gran curiosidad por aquella gente que manifestaba por la calle con sus bombos. Por eso, para mí la música argentina no es el tango ni el folcklore sino lo que se toca con el bombo. Recuerdo una manifestación que hicieron cuando Perón rompió con la Iglesia. Llevaban muñecos representando curas ahorcados. ¡Otra que un happening! Por eso, cuando me preguntan cuál es el pintor que más influyó en mí digo: Perón”, dice Luis Felipe Noé.
Hay un aspecto reivindicativo en esta cultura política callejera. Rompiendo con la tradición liberal del ciudadano que limita su intervención política a las estructuras tradicionales (se llamen elecciones, poderes del Estado o instituciones diversas) o a manifestarse dentro de su espacio geográfico de pertenencia (casualmente, mañana los ruralistas y sus laderos van a Palermo), los sectores populares son herejes. En palabras de Daniel James: “Algo de ese significado social herético se tornó patente en la vasta movilización de la clase trabajadora que se extendió desde el 17 de octubre de 1945 hasta el triunfo electoral peronista de febrero de 1946. Un aspecto importante de esa subversión se relacionó con el sitio donde se expresaba tal conducta, es decir, con criterios tácitos de jerarquía espacial. Al desplazarse las multitudes irreverentes desde los suburbios obreros que bordeaban la Capital Federal, o al cruzar los puentes del Riachuelo desde Avellaneda y otros puntos situados al Sur, para concentrarse en la zona céntrica y la Plaza de mayo frente a la Casa de Gobierno, se violaron esos criterios. El comportamiento de los trabajadores al atravesar los suburbios más ricos agravó la blasfemia implícita en tal violación. Sus canciones fueron cada vez más insultantes para los adinerados, la “gente decente” de la sociedad porteña, a la cual ridiculizaban. Uno de los muchos estribillos dirigidos a los estupefactos espectadores que, desde sus balcones de Barrio Norte, observaban la aparición de la “Argentina invisible”, decía así: “Salite de la esquina oligarca loco, tu madre no te quiere y Perón tampoco”. (Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946-1976)
Esa tradición popular es honrada por Néstor Kirchner, que tuvo otro gesto herético al darse una vuelta por Plaza de Mayo la noche del 14 de junio. Es honrada por Guillermo Moreno cuando se mete en un acto y canta “Gorila puto vas a pagar las retenciones del gobierno popular”, para horror del periodismo que representa a la “gente decente”. Porque para hacer política no basta con ganar las elecciones, también hay que ganar la calle y poblarla de símbolos. Porque cuando la calle está vacía, las paredes limpias y el aire sin cantos ni bombos, significa algo: que ganaron los malos.

2 comentarios:

Sirinivasa dijo...

"cuando la calle está vacía, las paredes limpias y el aire sin cantos ni bombos, significa algo: que ganaron los malos. "

clap, clap, clap!

ElQuique dijo...

Claro que sí!
La calle -como el campo- también debe ser del que la trabaja.
Un abrazo.
ElQuique