martes, 28 de diciembre de 2010

A mover el culo

A mis compañeros del Centro Cultural Oesterheld.


Movilizados. Así nos deja este 2010, así vamos a transitar el 2011. Así nos encontró la calle hace dos meses, cuando Néstor se murió y lo despedimos de la forma que un compañero merece: poniendo el cuerpo hasta el final, como supo hacer él.

Pero el 2010, además del año en que perdimos a Néstor, fue el año en que definitivamente transformamos la marcha en baile. Ese paso, a veces rabioso y a veces cansino, con el que caminamos tantos años empezó a ser otra cosa. Porque mirá que pisamos la calle, y gritamos y saltamos tanto tiempo. Lo hicimos en las Marchas Federales de los 90, y cuando gobernaba la Alianza. Y en el 2001 nos paramos en calles y rutas, y después tuvimos que correr para que no nos tocaran las balas ni los gases. En el 2002 fuimos muchos los que gastamos varias suelas de tanto marchar. Paso a paso sobre el puente Avellaneda bajo la lluvia infinita, después de los asesinatos de Darío y Maxi. Recuerdo haber marchado dos veces en un mismo día para repudiar las misiones del FMI.

El 25 de mayo de 2003 mis pies se detuvieron en Plaza Congreso para escuchar al hombre a quien- desesperanzadamente- había votado para Presidente. Pero éramos pocos, sueltos. Cuando llegó el 24 de marzo de 2004 fuimos más, y nos mecimos tímidamente, sorprendidos por el Himno de Charly en el acto de creación del Espacio para la Memoria en la ESMA. Ese día empezó una dinámica de actos y fiestas a la que no estábamos acostumbrados, y el siguiente 25 de mayo nos encontramos con la celebración, algo ausente de las calles por décadas. Hasta ahí, la asociación de “calle” y “fecha patria” me traía el lejano recuerdo de los desfiles militares. Aquel 25 empezó a recortarse el pueblo, que fue a la Plaza y recuperó la Marcha de San Lorenzo cantándola a los gritos mientras tocaba la banda de los Granaderos.

Sin embargo, aún no salíamos de la dispersión. Lo hicimos a la fuerza en el 2008, porque la embestida oligárquica vestida de campo nos hizo entender que nuestra lucha era la más elemental: la necesaria para la supervivencia de un proyecto en que se jugaba nuestra posibilidad de ser felices (porque siempre lo supimos, nuestra felicidad no se juega en términos individuales). Y otra vez pisar la calle fue una cuestión de aguante, de demostrar que éramos más, que esta vez no nos iban a atropellar, que estábamos dispuestos a bancar días y días de marcha, pero que no daríamos ni un paso atrás. En esos días nos empezamos a sorprender con el encuentro de quienes no hubiéramos podido imaginar con nosotros, porque creíamos que no les interesaba o porque habíamos caminado callejones tan distintos. Pero lo más sorprendente fueron los desconocidos. Y claro, no había manera de tenerlos vistos de antes porque eran pendejos. Muchos. Muchísimos.

En las celebraciones del Bicentenario estuvieron nuestros pies, curtidos de marchar, y estuvieron los de los pibes. Pero también hubo millones de otros, de ese pueblo que hace años era un interrogante, más un “¿el pueblo dónde está?” que un “si este no es el pueblo” Bueno, acá estaba. Y estaba bailando. Como bailó Cristina desde el palco. Como bailamos tantos detrás de la última plataforma del desfile de Fuerza Bruta, desde la que sonaban clásicos del rock nacional de los 90.

Néstor y Cristina devolvieron la dignidad a la Patria, la esperanza al Pueblo y la alegría a esos que caminamos, corremos, marchamos, saltamos, bailamos haciendo política. Seguramente el 2011 será demandante: más que nunca habrá que ocupar la calle para llevar a Cristina a un nuevo mandato. Claro que ahora, además de aguante, tenemos algo que ellos nunca tendrán: orgullo, fervor, alegría y sobre todo, ritmo!!!

Feliz 2011, con Cristina Presidenta y Néstor en nuestros corazones y nuestros pies.

1 comentario:

Vincent Vega dijo...

Feliz 2011! me preguntaba qué se leerá en los manuales escolares de 2100 sobre esta época...