miércoles, 29 de diciembre de 2010

El pejotismo, enfermedad infantil del peronismo

Una regla de oro para hacer política dentro del movimiento peronista es proclamar que lo que uno hace es el auténtico peronismo, y que los otros son los traidores. Esto fue siempre así, y así lo explicaron Cafiero, cuando se enfrentó a Herminio en el '85; y a su vez Herminio, cuando dijo que lo iba a tener que aguantar dentro del peronismo, no del Partido Justicialista.

Desde la muerte de Néstor hemos visto un recrudecimiento de una actitud nefasta, que es la de bancar acríticamente lo que haga cualquiera que se autodenomine peronista. En particular, de aquellos que llamamos peronistas ortodoxos, por no decir conservadores. Como si esta actitud fuera a ayudar a la construcción del proyecto nacional y popular.

No vamos a descubrir la pólvora diciendo que el peronismo es un movimiento, no un partido. No existe, por lo tanto, una doctrina. Ni siquiera lo sustentan las 20 Verdades. Desde su mismo nacimiento, el peronismo es una mezcla fabulosa de sectores conservadores y progresistas. En su origen se mezclaron, pero no revolvieron, caudillos conservas provinciales, fachos del catolicismo preconciliar, sindicalistas del laborismo, radicales yrigoyenistas y socialistas y comunistas populistas. Fue esa mezcla que le dio su impronta original y revolucionaria. Estos sectores progresistas no lo han sido en el sentido despectivo que se le da hoy, sino en el del pensamiento nacional y popular. Estamos hablando de Jauretche, Scalabrini, Savio, Mercante, Borlenghi. Son ellos, junto a Evita los que le dan al peronismo su carácter revolucionario. Ninguno de ellos se confundió de adónde tenían que apuntar, ni con quienes eran los enemigos del proyecto. Evita los definió muy bien: "los gorilas de dentro". Aquellos que, definiéndose como peronistas, esterilizaban al movimiento nacional y popular y lo hacían conservador.
El primer período peronista pare dos hijos pródigos: el movimiento obrero peronista, y la izquierda peronista. Ambos maduran y crecen, al punto de llegar a disputarle al propio Perón la orientación del movimiento. Vandor propone, en los '60s, un "peronismo sin Perón". La izquierda peronista propone a Perón como "filósofo de América", ante el proceso electoral del '73. Ambos tienen cruces sangrientos con la ortodoxia. Ambos son obligados a tragarse sapos y muertos. Ambos aprenden que hay que esconder esas heridas. El movimiento obrero no se olvida del asesinato de Vandor, pero prefiere hablar en voz alta de Rucci. La izquierda peronista prefiere olvidarse de Almirón, López Rega e Isabel, y masculla en voz baja sobre la expulsión/ida de la Plaza. Todo el peronismo sabe que "no hay que sacar los pies del plato", como recomendó Perón. Que en épocas de auge, hay que quedarse cerquita de quien tiene la manija, y esperar el turno para manotear algo. Todos los dirigentes saben que la traición está a la vuelta de la esquina. Y que no hay nada malo en eso. Es la regla del juego.
Los dirigentes peronistas ortodoxos, que hasta el 27 de octubre a la mañana estaban conspirando para imponer Scioli 2011, tuvieron que comerse la reacción popular que dejó bien en claro que lo que queremos es continuar el proyecto nacional y popular llevado a cabo por Néstor y Cristina. Todos ellos se alinearon, particularmente cuando vieron que las encuestas le daban mejor a Cristina que al Manco.
Por eso no entendemos la sobreactuación pejotista de algunos compañeros, tratando de hacernos creer que el carnet apolillado del PJ es lo que atrae a los miles de pibes que hace dos meses fueron a decirle adiós a Néstor.
Estos muchachitos son kirchneristas. Algunos hasta extienden su simpatía al peronismo en general. Pero seguramente que se reirían bastante con las 20 Verdades. Son el siglo XXI. Son derechohumanosos, usan remeras del Che, están a favor de la despenalización del consumo, de los derechos de las minorías, son antiyuta y antimilico. Poquito en común con el ortodoxo peronista.

Muchos de nosotros bancamos a este proyecto en la calle, en el laburo, en nuestro barrio. Particularmente en las malas. En las calles, contra los ruralistas, éramos poquitos. PJs había muy pocos. Muchos capitostes y no tanto criticaban a Cristina por "pelearse con todos", y no "darle un poco a todos". Miraban para otro lado con los golpistas haciendo la pata ancha. Por eso, que vengan algunos a blandirnos el carnet en la cara, y a llamarnos oportunistas y progresistas nos da bastante por las bolas. Cuando descubran, nuevamente, que Insfrán, Verna y los otros no son kirchneristas, y que estemos volviendo a los '90 en Menemóvil, va a ser tarde.

Menos mal, Cristina sabe muy bien de qué se trata el juego. Y sabe leer la realidad con enorme lucidez. Como también lo han sabido Mario Secco, el Barba Gutiérrez, Martín Sabatella. Embarrándose sin perder las convicciones, o dejarlas en la puerta de la casa de gobierno.
Progresismo Nacional y Popular, como entendemos.

2 comentarios:

Mordisquito dijo...

Néstor y Cristina se identifican como peronistas, y así los identifica una gran mayoría.

Vincent Vega dijo...

Mordisquito, para mi también lo son. Lo que critico es al pejotismo sin cabeza, no al peronismo en tanto movimiento.
Lo que entiendo es que, estando bien parados frente al 2011, y donde los retrógrados tienen que hacerle la venia a Cristina, no debemos justamente ir a chuparle las medias a los horribles. Ellos son los que vienen al pie, no nosotros a los de ellos