miércoles, 24 de marzo de 2010

El día en que volvimos...

a la Plaza. Volvimos a un acto del 24 de marzo después de algunos años de dispersión. La última vez había terminado mal, cuando le cortaron el sonido a las viejas y yo sentí que el mundo estaba al revés, que no podía ser que con tantas cosas que estaban cambiando en Argentina el espacio nacional y popular pareciera minoritario cuando era ese espacio el que desde el gobierno, daba lugar a que el cambio fuera posible. Así que no, preferí participar de otro tipo de actividades. No me interesaba ir a hacer número a una marcha que después les diera de comer a los medios gorilas. Pero esta vez, algo diferente había en el aire. Tal vez el hartazgo. El de los que están hartos de que TN los ningunee, que se organizaron en Facebook y fueron orgullosos con sus banderas y sus pancartas (impresionante el grupo 6,7,8 zona sur). El de los compañeros de CTA que se pudrieron de la pequeñez de horizontes de algunos dirigentes y marcharon bien adelante (estaban CTERA, CONADU y otros, pero ATE brilló por su ausencia). El de los jóvenes de la CGT, que se pasaron por el culo la mirada desconfiada/ horrorizada de mucha izquierda que habla en nombre de los obreros y no representa a ninguno, y llevaron una columna de la puta madre. El de todas las agrupaciones peronistas de diferentes lugares y organizaciones, que barrieron con la imagen de que la plaza del 24 de marzo es para los que putean al gobierno, y ocuparon cuadras y cuadras de Avenida de Mayo con una mística inigualable. El de los que andaban orgullosos con remeras y cartelitos de producción casera: “soy la mierda oficialista”, “no leo Clarín, no miro TN, no le creo a Carrió y sigo pensando que Cobos es un traidor”, “Clarín no miente, desestabiliza”.
Volví, marché y lloré. Lloré cuando vi a mi sobrino, que fue a su primera Plaza cuando tenía pocos días de vida, en brazos de su madre, porque habían volado la AMIA y estuvimos ahí, bajo esa lluvia de julio del 94 puteando a Méndez y a Corach. Hoy fue a su primera Plaza solo, con sus compañeros secundarios. Lloré cuando recorrí la Plaza, y sentí que habíamos vuelto a estar donde había que estar. Lloré cuando volví a la noche (nos fuimos un rato mientras la flaca columna opositora hacía su fugaz incursión por un terreno que les es ajeno, con el triste camioncito y el horrible megáfono con una mina que desafina consignas en formol), digo que lloré cuando volví y la escuché a Hebe. Tanto que la habré puteado por intransigente y por cortarse sola y ahora me hizo llorar. Hebe habla desde las entrañas y es imposible no creerle, no dejarse arrebatar por esa pasión y esa lucidez. Porque Hebe no es de las que volvió, es de las que siempre estuvo y con esa lúcida locura se peleó con todos y aguantó absolutamente todo. Estoy segura de que me quedan muchas ocasiones para volver a enojarme con ella, pero sus palabras de hoy fueron el cierre perfecto de un 24 de marzo en el que ser oficialista y llevar esa condición a la Plaza fue un placer y un honor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A 100 km. lloré de emoción con el tornado Hebe. Fue emocionantes hasta los huesos y no me quedó más que llorar. Un abrazo.

Ojaral dijo...

Siempre estuvimos ahí, Antares, nunca nos fuimos. Lo que daba asco eran las ganas de TN de que hubiese quilombo. Por suerte no se les dio.
Saludos!

Vincent Vega dijo...

Tal cual, aunque me animaría a decir "por qué dicen que me fui, si siempre estoy llegando". Tiemblen gorilas, que la parada la bancamos siempre, y ahora que mostramos que somos muchos más de lo que parecíamos, somos imbatibles!

Otrosi digo: Quién le pagó a los Quebrachales por el numerito en Av de Mayo? el "compañero" Ahmadineyad? Magneto?