Mino Carta, el fundador y director de aquella maravillosa revista brasileña, llamada Carta Capital, la única que vale la pena leer, hace su editorial sobre el asunto de las cuentas en Suiza, escondidas por el HSBC, y de cómo se ha tratado el tema en Brasil.
En una parte de su editorial dice "Machuca, soletram constrangidos, que a Argentina mais uma vez mostre a qualidade da sua democracia na comparação com a nossa incipiente, ao investigar seus sonegadores, com a colaboração de Hervé Falciani, revelador do escândalo, entrevistado páginas adiante e pronto a colaborar também com o Brasil.
Pois é, a Argentina... Somos também o país onde os torturadores não são punidos, os ditadores tornam-se nome de ponte e rodovia, e uma comissão dita da verdade, com V pateticamente grande, cuida de preservar uma Lei da Anistia imposta pela ditadura. Meus botões confessam a dúvida: talvez sejamos o que merecemos.".
Traducido: "Duele, silabean avergonzados, que Argentina una vez más muestra la calidad de su democracia en la comparación con la nuestra incipiente, al investigar sus evasores, con la colaboración de Hervé Falciani, revelador del escándalo, entrevistado páginas adelante y dispuesto a colaborar también con Brasil.
Si, Argentina... Somos también el país donde los torturadores no son castigados, los dictadores se tornan nombre de puente y autopista, y una comisión que se dice de la verdad, con V patéticamente grande, cuida de preservar una Ley de Amnistía impuesta por la dictadura. Mis botones confiesan la duda: tal vez seamos lo que merecemos.".
jueves, 30 de julio de 2015
lunes, 13 de julio de 2015
Sobre el artículo (o cuentito) de Filkins, el periodista de The New Yorker que entrevistó a Cristina
Leímos el artículo de un tal periodista Filkins, de una revista muy apreciada por las intelligentzias "liberals" del Primer Mundo, llamada "The New Yorker".
El artículo está bien escrito, pero el periodista de The New Yorker no puede evitar caer en las burradas de todos los periodistas que buscan justificar su prejuicio y darle aires de misterio donde no lo hay .... lo lamentable es que estos reportajes dan una idea equivocada de las cosas. Y esto es particularmente peligroso cuando se trata de medios del Primer Mundo, por más intelectuales que sean, o "liberals", como les gusta llamar a un cierto izquierdismo light y snob que se cultiva en las sociedades desarrolladas. Que la cadena Fox nos tire mierda, bueno, es esperable. Que lo haga CNN, es para empezar a preocuparse. Y si lo hacen los medios considerados progresistas, estamos en problemas.
El artículo, a pesar de su mejor conformación, no deja de seguir el "relato" de los medios de por aquí. Hace algunas concesiones, por ejemplo que Clarín no siempre dice la verdad, o que Nisman tenía una vida un tanto disipada.
Pero no deja de caer en ciertas cosas que debieran llamar la atención de alguien que se supone es un experto en países donde pasan cosas raras y los jerarcas mandan a matar a los desafectos.
Una de ellas, ya clásica. Filkins pone mucho énfasis en las conversaciones telefónicas entre D'Elía, Fernandito Esteche y el tipo de la mezquita de Flores... como si los grandes asuntos entre Estados fueran a ser arreglados por unos cuatro de copas, todos argentinos. Suponiendo que fuera cierto el arreglo, el Gobierno lo hubiera hecho con representantes oficiales, de gobierno a gobierno. Un arreglo así no hubiera sido ilegal. El autor lo pone un poco en duda, pero no tanto, porque le dedica varios párrafos. Y así como le da énfasis a cómo cuida su apariencia Cristina, y un poquito cómo lo hacía Nisman, y darle mucho énfasis al enriquecimiento de Cristina, no parece saber que el patrimonio de Nisman está un poquito difícil de explicar. Tambien parece no saber que la ex de Nisman era parte de la banda de Stiuso, ni de la importancia descomunal que parece tener el tema económico para la ex. Ni que hablar de la madre de Nisman, que pareció no haber tenido demasiada congoja, al menos como para impedirle vaciar las cajas de seguridad que mantenían con el fallecido. Esto parece que Filkins no lo sabía, o no quiso usarlo para armar su cuentito.
Le da énfasis al mal carácter de Cristina, y a algunas declaraciones o chascarrillos que para nosotros son pavadas, pero para estos buenos escritores, poco amigos de la verdad, sirven para construir un relato tipo "Cristina es Catalina la Grande", o una Cleopatra que manda matar a los que se le ponen entre ceja y ceja.
Para Filkins, todos los jueces que tomaron el caso son adictos al Gobierno. Ningún análisis de cómo han sido las cosas con el poder judicial, apenas un sobrevuelo sobre las actividades de Stiuso. Se olvida de mencionar la "Pista Siria". Y no le parece raro que el documento que dice haber leído Eliaschev, que era un informe reservado de un funcionario iraní al presidente de ese país hubiera estado escrito en inglés. Tampoco profundiza en el caso Antonini Wilson, al que cita como una muestra de las relaciones non sanctas entre Chávez y los Kirchner.
Y siempre, tomando como fuentes yanquis a tipos de los servicios de allá. Se ve que, en definitiva, la visión desde el Imperio la ponen los tipos de Inteligencia. Capaz que no hay otras.
Suponemos que en pro de armar un cuentito a gusto del prejuicio de sus lectores, una dictadora peronista que mata a los que osan investigarla, Filkins fue juntando los pedazos que le interesaban, sin profundizar demasiado. Algo en que los periodistas suelen caer. Al principio de la entrevista con Cristina, Filkins le dice que le había impresionado lo de la bajada de cuadros de dictadores de la Escuela Naval. O sea, se ve que mezcló ESMA con Colegio Militar. Son detalles que no importan en si, pero que revelan en definitiva cuál es la profundidad en la investigación en que estos periodistas se manejan.
Claro, al tipo no se le ocurre preguntarse por qué no hay más asesinados por la Presidenta, siendo que hay legiones de políticos y abogados del Establishment que querrían ver a Cristina en cana.
Una vez más, no hay que confiar en lo que los gringos escriben de nuestros países. Por acción o por una exhibición de petulancia, estos tipos le hacen el camino fácil a los que buscan poner de rodillas al país.
El artículo está bien escrito, pero el periodista de The New Yorker no puede evitar caer en las burradas de todos los periodistas que buscan justificar su prejuicio y darle aires de misterio donde no lo hay .... lo lamentable es que estos reportajes dan una idea equivocada de las cosas. Y esto es particularmente peligroso cuando se trata de medios del Primer Mundo, por más intelectuales que sean, o "liberals", como les gusta llamar a un cierto izquierdismo light y snob que se cultiva en las sociedades desarrolladas. Que la cadena Fox nos tire mierda, bueno, es esperable. Que lo haga CNN, es para empezar a preocuparse. Y si lo hacen los medios considerados progresistas, estamos en problemas.
El artículo, a pesar de su mejor conformación, no deja de seguir el "relato" de los medios de por aquí. Hace algunas concesiones, por ejemplo que Clarín no siempre dice la verdad, o que Nisman tenía una vida un tanto disipada.
Pero no deja de caer en ciertas cosas que debieran llamar la atención de alguien que se supone es un experto en países donde pasan cosas raras y los jerarcas mandan a matar a los desafectos.
Una de ellas, ya clásica. Filkins pone mucho énfasis en las conversaciones telefónicas entre D'Elía, Fernandito Esteche y el tipo de la mezquita de Flores... como si los grandes asuntos entre Estados fueran a ser arreglados por unos cuatro de copas, todos argentinos. Suponiendo que fuera cierto el arreglo, el Gobierno lo hubiera hecho con representantes oficiales, de gobierno a gobierno. Un arreglo así no hubiera sido ilegal. El autor lo pone un poco en duda, pero no tanto, porque le dedica varios párrafos. Y así como le da énfasis a cómo cuida su apariencia Cristina, y un poquito cómo lo hacía Nisman, y darle mucho énfasis al enriquecimiento de Cristina, no parece saber que el patrimonio de Nisman está un poquito difícil de explicar. Tambien parece no saber que la ex de Nisman era parte de la banda de Stiuso, ni de la importancia descomunal que parece tener el tema económico para la ex. Ni que hablar de la madre de Nisman, que pareció no haber tenido demasiada congoja, al menos como para impedirle vaciar las cajas de seguridad que mantenían con el fallecido. Esto parece que Filkins no lo sabía, o no quiso usarlo para armar su cuentito.
Le da énfasis al mal carácter de Cristina, y a algunas declaraciones o chascarrillos que para nosotros son pavadas, pero para estos buenos escritores, poco amigos de la verdad, sirven para construir un relato tipo "Cristina es Catalina la Grande", o una Cleopatra que manda matar a los que se le ponen entre ceja y ceja.
Para Filkins, todos los jueces que tomaron el caso son adictos al Gobierno. Ningún análisis de cómo han sido las cosas con el poder judicial, apenas un sobrevuelo sobre las actividades de Stiuso. Se olvida de mencionar la "Pista Siria". Y no le parece raro que el documento que dice haber leído Eliaschev, que era un informe reservado de un funcionario iraní al presidente de ese país hubiera estado escrito en inglés. Tampoco profundiza en el caso Antonini Wilson, al que cita como una muestra de las relaciones non sanctas entre Chávez y los Kirchner.
Y siempre, tomando como fuentes yanquis a tipos de los servicios de allá. Se ve que, en definitiva, la visión desde el Imperio la ponen los tipos de Inteligencia. Capaz que no hay otras.
Suponemos que en pro de armar un cuentito a gusto del prejuicio de sus lectores, una dictadora peronista que mata a los que osan investigarla, Filkins fue juntando los pedazos que le interesaban, sin profundizar demasiado. Algo en que los periodistas suelen caer. Al principio de la entrevista con Cristina, Filkins le dice que le había impresionado lo de la bajada de cuadros de dictadores de la Escuela Naval. O sea, se ve que mezcló ESMA con Colegio Militar. Son detalles que no importan en si, pero que revelan en definitiva cuál es la profundidad en la investigación en que estos periodistas se manejan.
Claro, al tipo no se le ocurre preguntarse por qué no hay más asesinados por la Presidenta, siendo que hay legiones de políticos y abogados del Establishment que querrían ver a Cristina en cana.
Una vez más, no hay que confiar en lo que los gringos escriben de nuestros países. Por acción o por una exhibición de petulancia, estos tipos le hacen el camino fácil a los que buscan poner de rodillas al país.
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