martes, 15 de junio de 2010

Muerto a laburar

Un gran amigo, el Flaco Alberto Gurruchaga, escribió este texto (publicado también en "La búsqueda y la vida", del compañero Mario Burgos) con una mirada especial sobre el tiempo histórico que estamos viviendo

Muerto a laburar
¡Ay! Si volvieras acá
No podrías creer que pasó


Amapola del 66
Divididos

Pareciera que la vida es en color y la muerte en blanco y negro. La muerte de un hombre público obliga a un balance y a un ejercicio de apropiación por parte de los vivos. Esto es así entre otras cosas, porque esa figura representa un nivel de acumulación simbólica que no puede ser obviada, es un capital, que para poder seguir siéndolo debe ingresar una y otra vez a la esfera de la producción simbólica, o por lo menos de la circulación. Ese capital necesariamente debe ser apropiado y usado por las fuerzas sociales en pugna, en determinado momento de las historia, de allí que los hombres públicos jamás podrán descansar en paz.
El proceso de apropiación es solo una parte de un proceso político y social mucho más complejo. Apropiación, síntesis de esa figura en función de la nueva disputa y devolución en términos simbólicos como validación de una política. En síntesis un ejercicio de construcción de hegemonía.
La figura del Che, desde La Higuerita hasta la hinchada del Nápoles pasando hoy por el salón de los patriotas latinoamericanos.
Algunos previendo su destino errante, y conscientes de la gimnasia política post mortem, le intentaron dar sentido al momento donde otros pusieran en su boca la política:
San Martin, legando el sable e intentando dejar todo documentado en la correspondencia con su amigo Guido, aunque luego el hijo de Balcarce le entregara los papeles a Mitre para que este construya “la historia”.
Evita, “Volveré y seré millones”.
Perón, absolutamente consciente del antagonismo irreconciliable de las fuerzas que hasta hace poco había podido conducir, “Mi único heredero es el pueblo”. Con lo cual abriría un nuevo capítulo de ese gigantesco “I Ching” que logró construir, donde cada uno puede abrir un hexagrama y sentirse representado.

Alguien dirá a esta altura que le pasa al Flaco.

Pasa que un gobierno fruto del descalabro del liberalismo, que opera con una dura lógica sureña, profundamente economicista en su razonamiento inicial y falto de relato, ha dado una fenomenal muestra de construcción de capital simbólico, ha comenzado a tener anclaje histórico.
El bicentenario es el momento donde los patriotas latinoamenricanos, desde Bolívar, San Martin y el Che se funden con Evita, Martí o el Gringo Tosco. Donde las Madres y las Abuelas y los Hijos se funden con los que dieron la vida en Malvinas en defensa de la soberanía. Donde Rosas, el de la Vuelta de Obligado, el heredero del sable corvo, pero también el de la mazorca, camina al lado de dos putos besándose.
Donde el producto de trabajadores argentinos hecho en una fabrica heredada por un traidor y un pelotudo, se muestra como un símbolo de lo que fuimos y aun podemos ser. Sacándole chispas a ese Siam Di Tella.
Donde el paso del Ejercito de los Andes frente a la Catedral logra rescatar al San Martin prisionero de Bergoglio para pasearlo frente a millones de argentinos en las calles, junto al cura Mugica y al Fray Luis Beltrán.
Donde la asignación universal por hijo es para los únicos privilegiados.
Donde el balcón tiene dueño.
Donde la recuperación de la TV Pública cobra el mismo sentido que el uso de la imprenta de los niños expósitos para imprimir la Gazeta, hace 200 años.
Donde todo esto es protagonizado por millones de argentinos en las calles participando de una fiesta.

En fin este pueblo y este gobierno, en este bicentenario hemos puesto a trabajar a nuestros muertos.

Hemos reconstruido una historia, transformado una historia de resistencia, parcial, disgregada y fragmentaria, en un relato coherente, en nuestro relato. Y la clave de este relato es que es multifacético, pero no esquizofrénico. Donde cada uno se siente representado en alguna parte, pero esa representación no puede negar el resto.

Decía al comienzo que pareciera que la vida es en color y la muerte en blanco y negro. Este pueblo ha logrado colorear la historia de nuestros próceres, de nuestros mártires, de nuestros muertos una vez más, para resolver los problemas del presente.
Estamos aprendiendo a:

No entregarle San Martin a los Mitre
No entregarle Perón a los Duhalde y a De Narvaez
No entregarle Bolívar al divisionismo
No entregarle Evita a las Chiche
No entregarle la industria nacional a los De Mendiguren
No entregarle los caudillos federales a cuatro sojeros provincianos
No entregarle los desaparecidos al sectarismo
No entregarle Rosas al fascismo criollo
No entregarle Moreno al progresismo impotente
No entregarle el peronismo al liberalismo

Entre otros bienes simbólicos

Alberto Gurruchaga

2 comentarios:

Sujeto_de_la_Historia dijo...

Un placer haber leído este texto.
Coincido plenamente en defender, a la par de la Obligación de la redistribución de la riqueza material, el capital simbólico.
Saludos

Vincent Vega dijo...

Parece que el sistema no me guardó el comentario.

Hola Sujeto, muchas gracias! date una vuelta por el blog en cuestión, que hay textos bien interesantes

Tagskie:
thank you for visiting us. I guess you, being filipino, can read spanish well