Decir que hay violencia en la obra de Carlos Alonso no es ninguna novedad. Los indios y soldados empuñando lanzas, fusiles y cuchillos en “La guerra al malón”, las vacas y los hombres y mujeres colgados de ganchos de carnicería en la serie “Hay que comer”, la sangre y las cuchillas y la carne en “El matadero”, son referencias ineludibles. Pero hay otra clase de violencia en la obra de Alonso, menos evidente. Y que late en el modo de pintar al campo. Cielos calmos, pero cargados de tormenta. Llanuras amplias que son el escenario de las grandes tragedias. Dice Rocambole (otro gran artista argentino que ha dibujado otras violencias) que cuando una persona aprende a dibujar, sabe ver cosas que los demás no ven. Para representar hay que registrar para sí detalles, anuncios sutiles de lo que las formas esconden.
En el campo que pinta Carlos Alonso el paisaje, los hombres y hasta las vacas son violentos. No hay paz en ese campo.
En el campo que pinta Carlos Alonso el paisaje, los hombres y hasta las vacas son violentos. No hay paz en ese campo.